
Ciencia y Fe.
El documento de Aparecida advierte: “Ante la falsa visión, tan difundida en nuestros días de una incompatibilidad entre fe y ciencia, la Iglesia proclama que la fe no es irracional. “Fe y razón son dos alas por las cuales el espíritu humano se eleva en la contemplación de la verdad”. Por eso valoramos a tantos hombres y mujeres de fe y ciencia, que aprendieron a ver en la belleza de la naturaleza las señales del Misterio, del amor y de la bondad de Dios, y son señales luminosas que ayudan a comprender que el libro de la naturaleza y la Sagrada Escritura hablan del mismo Verbo que se hizo carne” (#494). “Queremos valorar siempre más los espacios de diálogo entre fe y ciencia…” (#495).
El Discipulado de la Misericordia, conformado por muchos profesionales expertos también en ciencia y tecnología, quiere introducir la palabra cristiana en los asuntos del conocimiento científico. La ciencia no tiene razones para oponerse a la Fe, ni la Fe a la ciencia. Es el racionalismo reduccionista de algunos pensadores que despierta la polémica cuando afirman la naturaleza únicamente material del ser humano, ignorando la dimensión espiritual. Pero estas son posturas subjetivas que no van acompañadas de la realidad. Para este tipo de científicos experimentalistas, monistas materialistas, empiristas o positivistas, la única fuente de verdad proviene de la comprobación experimental, y consideran que todo argumento de contenido filosófico, teológico o metafísico es meramente especulativo.
Resulta evidente que la comprobación científica hace referencia a un tipo de verdad física, pero existe también otro mundo de pensamiento y realidad que va más allá de la prueba experimental, como es el caso de la Fe, pero para entenderla, hay que ir más allá de la razón experimental.
La Fe, no desconoce en modo alguno la autonomía de la razón, más bien la anima, estimulando el descubrimiento de respuestas últimas a las que la razón experimental no puede llegar. Para el cristiano, como subraya Juan Pablo II en su Encíclica Fides et Ratio (1989, n.12), el misterio del hombre sólo se esclarece en el misterio del Verbo encarnado y no se puede culminar en dicha comprensión lejos de la Fe.
El humano, y mucho más el científico, tienen que comprender que la Revelación teológica nos ilustra con claridad sobre muchas verdades que, aún siendo accesibles a través de la razón, probablemente no habrían logrado su plenitud sin la revelación misma, como la comprensión de la figura de Dios como Creador y Padre o la comprensión de la dimensión espiritual del hombre.
Porque consideramos que la utilidad de la Fe y su valor, es incomparable, tenemos interés de establecer espacios de diálogo complementario entre la ciencia y la fe, ingresando a la mayor cantidad posible de centros del saber: universidades, instituciones públicas y privadas educativas, colegios, escuelas y todo centro que conglomere personas interesadas en conocer más de este rubro.