Dios es Misericordia
Queremos vivir la Misericordia que el mismo Padre nos ofrece, y aquella que llega a su plenitud con la Vida, Pasión y Muerte de Su Hijo Jesucristo. “Bendito sea el Dios y Padre de nuestro Señor Jesucristo, que nos ha bendecido con toda clase de bendiciones espirituales, en los cielos, en Cristo; por cuanto nos ha elegido en él antes de la fundación del mundo, para ser santos e inmaculados en su presencia, en el amor; eligiéndonos de antemano para ser sus hijos adoptivos por medio de Jesucristo, según el beneplácito de su voluntad, para alabanza de la gloria de su gracia con la que nos agració en el Amado” (Ef.1, 3-6).
La Gloria consiste en llevar ese Amor a todo el mundo, para que todos sean salvos. El fin último de la creación debe llevarnos a entender que, como escribe Pablo “Dios, Creador de todos los seres, sea por fin, “todo en todos”. (1Co 15, 28).
El Camino del que Dios se sirve para ello, es el Amor, incondicionado y generoso, sólo espera el sí de la persona, no obliga, no impone, sólo invita. Y como sabe que el hombre es débil y pecador, le ofrece un Amor misericordioso, es este tipo de amor que le permite al hombre, a pesar de tantas caídas, levantarse aún y caminar, buscando y logrando incluso, en muchos casos, la santidad.
Presencia Eucarística.
Cumplido su tiempo, Cristo no podía marcharse, es por eso que en la inolvidable noche del Jueves Santo instituyó el Santo Sacramento, “para perpetuar hasta su retorno, el sacrificio de la cruz y confiar así, a Su Esposa amada, la Iglesia, el memorial de Su Pasión, de Su Muerte y de Su Resurrección. Sacramento de piedad, signo de unidad, vínculo de amor, banquete pascual en el que se recibe a Cristo, el alma se llena de gracia y se nos da una prenda de la gloria futura” (CIC #1323).La Eucaristía es fuente y cima de toda la vida cristiana (#1324) Significa y realiza además, la comunión de vida con Dios y la unidad del Pueblo de Dios (#1325).
En el corazón de la celebración de la Eucaristía se encuentran el pan y el vino que, por las palabras de Cristo y por la invocación del Espíritu Santo, se convierten en el Cuerpo y la Sangre de Cristo. Fiel a la orden del Señor, la Iglesia continúa haciendo, en memoria de Él, hasta su retorno glorioso, lo que Él hizo la víspera de su pasión: (#1333).
Para dejarnos una prenda de este amor, para no alejarse nunca de los suyos y hacerles partícipes de su Pascua, instituyó la Eucaristía como memorial de su muerte y de su resurrección y ordenó a sus apóstoles celebrarlo hasta su retorno, constituyéndoles entonces sacerdotes del Nuevo Testamento (#1337) e instruyéndoles les dijo… “HACED ESTO EN MEMORIA MIA”.