ESPÍRITU Y ESTILO DE VIDA
Nuestro Espíritu.
El espíritu y centro de nuestra vida será la Misericordia, comprendida y vivida como Dios lo desea en cada uno de sus hijos, y tal como Cristo la enseña a través de su admirable ejemplo. Y el medio, la norma que debería iluminar el caminar de una vida misericordiosa debería ser la Caridad.
El hijo de Dios debe comprender que la salvación y la perfección se hace imposible si no se obra con misericordia: “Bienaventurados los misericordiosos, porque ellos alcanzarán misericordia” (Mt 5, 7). Y la invitación a “ser perfectos como el Padre es perfecto” (Cfr. Mat 5, 48), nos está recordando que Dios, es perfecto porque obra con un amor misericordioso.
Para vivir esa misericordia, ¿Puede haber una mejor fórmula que la sugerida por san Pablo cuando habla de la Caridad?:
“La Caridad es paciente y bondadosa; la caridad no es envidiosa, no es jactanciosa ni orgullosa; es decorosa; no busca su interés; no se irrita; no toma en cuenta el mal; no se alegra de la injusticia; se alegra con la verdad. Todo lo excusa. Todo lo cree. Todo lo espera. Todo lo soporta”(1 Cor13, ss.).
Estilo de Vida.
El discípulo reconoce que Jesús es el primer y más grande evangelizador enviado por Dios. Identificado con Él y su Palabra, se compromete a anunciar la “Buena Nueva”. “Con la alegría de la fe, se hace misionero para proclamar el Evangelio de Jesucristo y, en Él, la buena nueva de la dignidad humana, de la vida, de la familia, del trabajo, de la ciencia y de la solidaridad con la creación” (Cf Aparecida #103).
Es una persona de fe en quien el “amor misericordioso” es la virtud esencial que motiva su vida interior y su crecimiento personal. El amor a Dios, lo transmite a través del amor de servicio a su prójimo.
Puesto que la oración de intercesión es piedra angular de la Asociación, el discípulo se forma en la oración y la práctica. Es nuestra intención de que todo integrante sea una persona de oración; cultiven una vida espiritual intensa y en cuya vida habitual sea regular y frecuente la reflexión y la meditación. El discípulo es una persona de sacramentos, de Eucaristía diaria, cultiva la contemplación, la adoración y nutre su espíritu con distintas formas de oración y lecturas espirituales.